Recientemente me enteré del cierre de una de las librerías de viejo más emblemáticas del sur de la Ciudad de México: “Torre de viejo”. Ubicada en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, inmersa en el barrio de Chimalistac, a unos pasos de las más conocidas y visitadas librerías de nuevo del país, Gandhi y el FCE, zona privilegiada de la ciudad.
Torre de viejo era una librería bellísima, con un olor que invitaba a entrar y tomar un libro y sentir la pasividad del lugar, era un poco lúgubre, alejada del estilo que después tomaron las librerías del sur sumamente iluminadas. Torre de viejo tenía un halo de tranquilidad, al entrar uno se sentía en un espacio alejado de todo el trajín de la vida citadina, dentro uno estaba rodeado de polvo culto, de ediciones centenarias y títulos contemporáneos, con un adecuado acomodo temático, desde el interior la vista era igualmente bella pues daba hacia el parque Tagle, lleno de frondosos árboles y cuya panorámica complementaba el sentirse fuera de toda preocupación, al menos de momento.
Eran asiduos visitantes algunos personajes conocidos de la política y la cultura del país; diputados, senadores, ministros, músicos, cantantes y escritores, pero lo más agradable era la presencia de muchos estudiantes universitarios que con pocos recursos visitaban la librería por placer y por hallar una joya bibliográfica a precio accesible, las cuales había muchas.
La librería pertenecía a esa dinastía de libreros de viejo cuyo origen es la calle de Donceles en el Centro Histórico, siempre tuvieron un cuidado especial por este lugar desde que consiguieron el traspaso del anterior dueño que la llamó Torre de Lulio y ellos queriendo conservar ese espíritu la renombraron como Torre de viejo. Siempre procuraron enviar libros en buenas condiciones, aptos para los lectores asiduos.
Me encantaba pararme frente a la librería y observar el lugar lleno de libreros de madera entintados en color roble, siempre saturada de material y con ese olor característico de los libros viejos, pero que en esta librería era especial, al estar enfrente uno podía apreciar una vitrina del lado derecho donde se hallaban los libros más raros, caros y antiguos y justo de frente, en medio y colgado en una de las columnas la imagen del padre del linaje de libreros, Don Ubaldo rodeado de sus hijos y como era de suponerse con libros de fondo, los cuales eran su tesoro.
Tuve la fortuna de trabajar ahí por varios años y ser parte de una generación que mantenía la librería en excelente acomodo, con un espíritu competitivo pocas veces visto en esos lugares, se buscaba siempre que la ubicación del material fuera la idónea, todo en su sección, por orden alfabético y cronológico estricto, además de un ambiente festivo y lleno de momentos donde la charla era amena.
Recuerdo en particular que el acomodo del lado derecho era la sección de novela donde abundaban libros de Spota, Salgari y Julio Verne, llenando entrepaños completos con ediciones de distintas épocas, colecciones y lugares de edición. Los libros policiacos y de ciencia ficción no tenían fácil acceso, pues uno tenía que subir por una larga y peligrosa escalera. La sección de Historia de México era la predilecta de todos, tal vez la que tenía mayor movimiento después de literatura. En Torre de viejo todo se vendía, hasta los libros técnicos en checo y títulos en idiomas extraños.
Extrañaré la librería, tantas anécdotas, como cuando la cajera le tiro una botella de cerveza a Óscar Chávez y el la disculpó con una sonrisa entendiendo el pesar de perder una botella llena, errores garrafales como enviar a una anciana octogenaria que apenas podía caminar con su andadera hasta el fondo de la librería a la sección de Astronomía, al confudirla con la de Astrología que estaba en la entrada, lidiar con los guaruras nefastos de algunos políticos, con farderos y un par de asaltos a mano armada. Pero lo que más recordaré es el buen ambiente que se formó y las pláticas interminables entre trabajadores y clientes.
Siempre fue un placer trabajar allí, agradezco a los López Casillas que me dieron la oportunidad de trabajar y aprender en una de las más bellas librerías de viejo de México. ¡Adiós Torre de viejo!

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