Algunos colegas les llaman “testigos”, otros “tripas” o “tripitas”, son los objetos que los libreros de viejo hallan dentro de los libros, los cuales son parte de la historia de cada ejemplar, se encuentran principalmente separadores, pero también es habitual hallar boletos de tranvía, de camión o del metro, cartas, recibos de compra, recibos de nómina, billetes viejos, cheques, servilletas, imágenes religiosas, recados, listas del mercado, actas de nacimiento, navajas de afeitar, postales, recortes de periódico y tal vez lo más cotizado: fotografías antiguas.
Estos objetos cuentan grandes historias, en una postal de una ciudad alemana, recuerdo que narraban el horror que fueron sus vacaciones, pues al bajar del camión la señora cayó del camión, nada grave, pero al ver la acción el esposo se exaltó y tuvo un infarto, ahí comenzó la pesadilla, desde comunicarse a urgencias y trasladarlo a un hospital sin saber el idioma, las complicaciones, el seguro, etc.
Llegan muchas fotos, en una de ellas donde se retrataban dos lindas jovencitas abrazándose en una fiesta, en la parte posterior explicaba una de ellas: “Roberto: no puedo llevarla a la casa, soy feliz a su lado, pero en mi casa no aceptarían la relación”. También hemos hallado en varias ocasiones series de fotografías de desnudos, la mayoría de señoras, pero de hombres no faltan.
Las cartas son geniales, algunas de adolescentes donde narran el dolor causado por el amado o la amada, las cartas infantiles son muy bonitas, normalmente dirigidas a la mamá o al familiar más querido. En alguna ocasión, en una librería del sur de la Ciudad de México, sobre la Av. Miguel Ángel de Quevedo, un librero adquirió parte de la biblioteca de S. Salinas de Gortari, hermano del ex-presidente, varios de sus libros estaban encuadernados totalmente en color negro, en uno de ellos, venía una carta del otro hermano, de Raúl, quien se hallaba en la cárcel y se la envió a su esposa narrando los primeros días de encierro.
Hace unos años, en un libro que venía en una biblioteca donde pocos títulos destacaban, venía una primera edición de Octavio Paz con dos cartas del mismo dirigidas a Elena Poniatowska, escritas a inicio de los sesentas en un hotel francés, en ellas le compartía su opinión sobre el gobierno mexicano y críticas severas sobre un par de escritores mexicanos, se refería a ella como Elenita.
Cuando tuvimos la oportunidad de adquirir una parte de una de las bibliotecas de Fernando Benítez, está de más explicar que había maravillas, pero como “testigos” había hojas con las opiniones del ejemplar por parte del escritor, además de una de sus libretas, escribía con una letra muy pequeña.
En un Atlas descubrimos un acta de nacimiento de un hombre, nada relevante, pero a la mitad estaba su acta de matrimonio y al final la de divorcio, ya no nos tocó la de defunción.
Parte del gozo de ser librero de viejo es hallar estos testimonios de historias, en varias ocasiones llama más la atención el “testigo” que el propio libro, hay bibliotecas donde se encuentran innumerables “tripitas”, nos narran la biografía del anterior dueño, como la de aquel actor de teatro y televisión de origen italiano que vivía en un pent-house de la colonia Nápoles, era coleccionista de los “beatniks”, murió de cáncer, por los “testigos” supimos con detalle el desarrollo de su enfermedad y a quien heredó sus bienes, incluyendo los libros.
Hay muchos clientes y algunos libreros también, que son obsesionados con los “testigos”, hay coleccionistas de separadores, de fotografías, de boletos y de cartas, algunos nunca sacan las “tripas” de los ejemplares, respetan su historia.
Lo más raro que nos hemos encontrado dentro un libro y con un poco de vergüenza lo comparto es vello, fue en un libro erótico, en “Historia de O” del Circulo de lectores, obviamente no lo pusimos en venta, ni lo conservamos.
¿Qué es lo más raro que se han hallado dentro de un libro?

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